El pasado vive en nosotros en forma de recuerdos pero éstos por sí mismos no representan un problema. Es gracias a la memoria que aprendemos del pasado y de nuestros errores. Los recuerdos, los pensamientos del pasado, son problemáticos cuando se apoderan de nosotros y entran a formar parte de lo que somos. Nuestra personalidad, condicionada por el pasado, se convierte en una cárcel. Nuestra historia está compuesta de recuerdos no solamente mentales sino también emocionales; emociones viejas que se reviven constantemente. La mayoría de las personas cargan durante toda su vida una gran cantidad de equipaje innecesario, tanto mental como emocional. Se imponen limitaciones a través de sus agravios, sus lamentos, su hostilidad y su sentimiento de culpa. Debido a esa tendencia a perpetuar las emociones viejas, casi todos los seres humanos llevan en su campo de energía un cúmulo de dolor emocional. Pero tenemos el poder para no agrandar más todo ese dolor emocional: - Aprendiendo a romper la costumbre de acumular y perpetuar las emociones viejas - Absteniéndonos de vivir en el pasado - Aprendiendo a no mantener vivos en la mente los sucesos o las situaciones y a traer a nuestra atención continuamente al momento puro y atemporal del presente, en lugar de obstinarnos en fabricar películas mentales. Así nuestra Presencia pasa a ser nuestra identidad, desplazando a nuestros pensamientos y emociones.
Tomado del Libro “Una nueva Tierra” de Eckart Tolle
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