Cuando el poder motivador detrás de todo ascetismo, de todos los ejercicios espirituales y de las auto-negaciones es la magnificación de la Presencia de Dios, dicho individuo es un discípulo que se merece llevar puesta la túnica del neófito en los Templos del Buddha (Nirmanakaya).
Cuando estas disciplinas, ascetismo y los diversos ejercicios espirituales se practican para iluminación personal y para alcanzar la liberación última únicamente del individuo, la persona logrará un resultado en y mediante el cual dicho individuo eventualmente llegará al punto de estar listo para la Ascensión (Pratíeka). Sin embargo, tal persona no se ha convertido en una expresión del Buddha impersonal, quien jubilosa y voluntariamente vive y sirve en cualquier plano, doquiera que Su Luz sea deseada, sea requerida Su protección, sea esencial Su comprensión y sea una necesidad Su Presencia sanadora, elevadora, iluminadora y ascensional. El Buddha se convierte en un "cáliz" al cual fluyen sin obstrucción alguna los regalos, Luz y Virtudes del Altísimo. Ese "cáliz" es tan impersonal en la vertida de sus regalos como lo es cualquier "copa" o grial que está lleno con agua fresca, disponible para todo aquel que tenga sed.
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