Desde el corazón del templo, donde pulsa la Llama Blanca de la Resurrección como un gran lirio blanco, los ángeles, devas y las huestes querúbicas y seráficas de la Resurrección están constantemente absorbiendo su sustancia dentro de sí, y luego barriendo hacia afuera, bajo la dirección de los Maestros que están a cargo de dirigir los Rayos de Luz.
Cada uno de los corredores circulares recibe parte de la radiación de la Llama, misericordiosamente reducida de manera tal que Su luz y esencia pueda ser absorbida y digerida por los seres que sirven en esa esfera de actividad. En cada uno de tales corredores, un Maestro de Sabiduría instruye a un grupo de chelas, quienes están comprometidos en el servicio de aprender cómo atraer esta Llama y proyectarla hacia un objetivo dado, sosteniendo el rayo de su atención como el canal y guía a lo largo del cual la Luz fluye al interior de iglesias, santuarios, hospitales, hogares y corazones humanos.
Uno de los corredores está dedicado enteramente a dirigir la Llama de la Resurrección al ámbito etérico y a través de los cuerpos etéricos de quienes hayan solicitado -mediante la llama de sus propios corazones- la purificación de sus propios registros etéricos. Los hermanos y hermanas que dirigen la Llama, en Su vibración etérica, responden instantáneamente a los llamados que chelas conscientes les hacen pidiendo la disolución y purificación de registros etéricos de naciones, continentes, viejos castillos y lugares donde grandes males e injusticias se le han hecho a la vida.
Diario del Puente a la Libertad de la Madre María
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