domingo, 7 de noviembre de 2010

RETIRO TIBETANO DEL MAESTRO HIMALAYA

Serpenteando hacia arriba rumbo a las vastas alturas de los Montes Himalayas, expandiéndose como un gran océano que se congeló en algún cataclismo olvidado hace tiempo durante el apogeo de una gran tormenta, estamos ahora camino al Retiro del Loto Azul —donde el gran Señor Manú de la Cuarta Raza-Raíz custodia la riqueza espiritual de Oriente hasta que el momento de madurez de la Tierra lo saque de nuevo como la herencia de la raza, un regalo de los espiritualmente elegidos de las culturas Atlante y Lemuriana, así como también la riqueza de inspiración alcanzada mediante el desarrollo de la Dispensación Budista.

A toda apariencia la gran pared de roca que interrumpe nuestro recorrido parece ser un camino sin salida del sendero que nos ha llevado a través de las casi impasables alturas de las montañas. Nuestro guía nos solicita que desmontemos. Nos paramos en silencio observando los rayos del sol que interactúan sobre la pétrea superficie del acantilado rocoso ante nosotros. De repente, observamos que los rayos del sol han conformado una gran cruz abierta sobre la superficie desnuda de la roca, la cual se parece mucho al Cáliz de Eucaristía del Servicio de Comunión Cristiana. Al acostumbrarse nuestros ojos a la intensificación de la luz, podemos ver una apertura en el risco frente a nosotros, y, de pie en esa apertura, vemos a un bello y sereno ser oriental cuyas facciones delicadas parecen esculpidas en el más precioso marfil, los malares enfatizando la belleza de su exquisito rostro. Sus manos están cruzadas a la usanza china, y la longitud de sus dedos puntiagudos y la delicadez de su perfección simétrica parecen flores — y, no obstante, con un propósito. La túnica que lo cubre es de seda del más pálido amarillo.

Al contemplarlo, encontramos que desde Su aura parece haberse regado frente a la puerta abierta a su hogar, un bello jardín oriental, con pequeños riachuelos que fluyen bajo delicados puentes, y flores de brillantes colores surgen entre el verdor que, con toda segundad, no podría vivir en esta gran altura, excepto en la calidez de Su amorosa presencia. El parece no estar consciente de nuestra presencia; más bien, parece estar viendo con ojos sin edad al otro de las colinas y la eternidad. Es así como permanecemos allí de pie, bañados en el aura de Su presencia, y, finalmente, Sus ojos enfocan sobre nosotros, haciéndonos una seña a que entremos a Su hogar. Nuestro guía nos advierte que permanezcamos en silencio y, descalzándonos, entramos calladamente a la cámara externa del Retiro del Maestro Himalaya.

El se sienta a la manera oriental sobre un cojín de seda, y ante El hay un gran tazón dorado dentro del cual flota el exótico Loto Azul de los Himalayas. Sentimos la presencia de Paz, absorbemos la fragancia de Pureza y, dentro del más profundo centro de nuestro ser, sopla la quietud y la ausencia de búsqueda por un momento.

El gran Maestro Himalaya siempre le otorga un deseo a cada invitado a quien se le permite encontrar el camino a Su Retiro, de manera que prepárense bien en su corazón de corazones para este momento, porque todos los valores terrenales son barridos en la gloria de Su Presencia; y todo lo que parecía tan importante en el valle, se torna insignificante en las alturas.

Más allá de esta cámara externa, sólo el propio Himalaya puede llevar a un discípulo. Los hemos llevado hasta los pies del Maestro. A este Retiro vendrá todas las noches un grupo de discípulos durante este peregrinaje desde el 15 de Abril hasta el 14 de Mayo. Algunos pocos escogidos entrarán al corazón de la montaña, pero TODA LA HUMANIDAD será bañada con la bendición benigna del Señor de Amor. Prepárense, de manera que puedan estar entre quienes sean invitados a entrar al corazón del Retiro, y privilegiados de atender los Concejos Cósmicos durante este período.

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