miércoles, 29 de septiembre de 2010

MEMORIA DE VIDAS PASADAS

La memoria de vidas pasadas no se da para diversión ni para satisfacer la vana curiosidad, sino para inculcar una lección necesaria. El destino de cada alma es finalmente el de asumir su lugar verdadero en el Plan Divino. Todo se adhiere a una ley exacta. La remembranza viene únicamente cuando el Ser Superior ve que la personalidad está lista, cuando el cerebro físico ha sido entrenado para vibrar en alguna media en respuesta a la Voluntad del Ser Superior.

Muchos preguntan: "¿Por qué no es más común tener memoria de vidas pasadas?" Hay una razón profunda y de peso parda esto. En nuestra evolución, hemos pasado a través de muchas experiencias tristes y amargas que, de ser recordadas, de tal manera deprimirían nuestros espíritus, de tal manera nos desanimarían y obstaculizarían que haríamos muy poco progreso. Igualmente, de recordar quiénes fuimos y quienes fueron nuestros actuales compañeros, en muchos casos nos resultaría tan difícil perdonar las heridas, tan difícil olvidar los problemas por los que pasamos en conexión con ellos, que nuestro crecimiento espiritual se retrasaría. En vista de que la Ley ­actuando como karma­ exige una perfecta compensación o ajuste, uno de los grandes objetivos en cada vida nueva consiste en reajustar los errores del pasado. Cuando en esta vida se nos presenta una oportunidad de hacer precisamente eso, si pudiéramos recordar todo lo que pasó, sería con creces más difícil "amar a tus enemigos, hacer el bien a quien te odia, bendecir a quienes te maldicen, y orar por quienes se aprovechan de ti." De allí que es cuestión de amor y sabiduría que el conocimiento de vidas anteriores sea retenido.

Muchos piensan que si pudieran recordar quiénes fueron en el pasado, todo sería un regocijo y jolgorio. Sin embargo, en la gran mayoría de los casos, esto resultaría en una amarga desilusión y en una remembranza triste y deprimente. Por tanto, nunca se nos permitirá recordar nuestras vidas pasadas hasta que hayamos avanzado allende el punto en que las aflicciones, las congojas y las acciones desprovistas de bondad que se nos hayan propinado, puedan afectarnos, preocuparnos o desanimarnos y, así, retrasar nuestro progreso. No recordaremos hasta que hayamos alcanzado ese balance que NADA puede perturbar, hasta que nos hayamos centrado en el pensamiento de que manifestar el Amor Divino es lo único por lo que vale la pena esforzarse. La mayoría de las almas encuentran que a duras penas la personalidad soporta las tribulaciones y congojas de una vida, por tanto, la remembranza total de todo lo que tuvo que soportar en muchas vidas tendería a aplastarla. Es la memoria lo que persigue, lo que lleva la mente a la insanidad. No hay día que pueda contener la suficiente aflicción como para descorazonar el alma, es la carga acumulada lo que abruma. Una lección importantísima que aprender consiste en sacar de ti todo lo pasado. Vive en el presente. »Deja que los muertos entierren a sus muertos». En tanto que el alma no haya aprendido que lo que pasó está registrado en el Verdadero Ser como una lección aprendida -una experiencia necesaria obtenida- y pueda dejarla ir sin ser aplastado por su memoria, en tanto que la personalidad no muestre su fortaleza de carácter y deje de rumiar sus errores, en tanto que no haya ejemplificado su estabilidad en su vida presente, su Padre Celestial ­con toda misericordia- correrá un velo sobre la memoria de encarnaciones anteriores. Cuando pueda soportar sin rechistar ni retraerse, la memoria de las congojas de una vida, estará entonces lista para llevar el peso de una memoria más extensa.

RESPUESTA A LA MEMORIA

Otra razón por la que no recordamos, es que en cada encarnación el alma se auto-reviste con un nuevo cuerpo, las células cerebrales del cual nunca han respondido a las condiciones pasadas, y sólo cuando el cerebro es capaz de responder a la memoria almacenada en el Ser Superior, podrá esa memoria ser impresionada sobre la conciencia de vigilia. En otras palabras, la personalidad (la conciencia física) no puede recordar el pasado porque sólo ha experimentado la vida actual. Otra razón es que muchas, pero muchas de nuestras vidas pasadas han sido tan comunes o triviales que han registrado muy poco de valor en el Verdadero Ser; de allí que haya muy poco importante que recordar de ellas, ya que de cada vida son las experiencias y lecciones que han contribuido al crecimiento del alma lo único que se inmortaliza siendo registradas en el Verdadero Ser. Únicamente el bien es inmortal, el mal no es más que algo transitorio.

PERSONAJE HISTÓRICO PRINCIPAL

La memoria de una vida pasada es despertada a menudo al leer acerca (o ver una imagen) de algún personaje histórico. Esto despierta una memoria de haber vivido en esa época o lugar, o, quizás, que el lector mismo fue el personaje mencionado. Esto propicia que se dé lugar al ridículo, ya que muchos sobre quienes la memoria de vidas pasadas está despertando parecen no haber sido otra cosa que reyes y reinas, o personajes notables de la historia. Hay una razón para esto ya que, al igual que la mayoría de los errores, es más bien un malentendido o aplicación errada de la remembranza que un intento deliberado de engañar. Es resultado de la ignorancia de la Ley. En tal caso, la probabilidad es que la persona sí vivió en el período recordado, y que posiblemente tuvo un papel prominente en los eventos relatados, pero ella NO fue necesariamente el personaje principal.

El sentimiento de una simpatía o aversión peculiar que se siente en tal caso es precisamente lo que la persona sintió en el momento del evento. En el pasado, la persona puede haber estado profundamente interesada en los personajes bajo consideración, y muy dada a imaginarse a sí misma en su lugar. De allí que cuando se orienta la atención a esos tiempos de antaño, esto despierta las viejas corrientes de sentimiento y el individuo piensa que, de hecho, él estuvo en el pasado en que deseó estar. A menudo hay otra explicación. El notable personaje puede haberse destacado como el punto clave de su época, y la circunstancias que produjeron su eminencia fueron lecciones que muchas otras almas aprendieron. De hecho, el personaje principal ejecutó el drama para todas las personalidades inferiores pertenecientes al mismo grupo, y todos aprendieron la lección a través de ese individuo.

Por ejemplo, a través de la acción de Abraham Lincoln, toda la nación de Estados Unidos aprendió que la esclavitud debería y podría ser abolida, y la lección fue impresa más o menos profundamente en cada alma de acuerdo a su simpatía o actividad en la cuestión; pero sólo Abraham Lincoln de hecho liberó a los esclavos. Sin embargo, no hubiera podido haberlo hecho sin la asistencia de la fuerza-de-pensamiento de la nación. ¡Él fue el ejecutor de la voluntad de quienes pensaban en la liberación!

Cada personaje en la historia tuvo muchas personas que pertenecían al mismo grupo, a la misma nación, quienes fueron transportados en evolución por la misma corriente, quienes aprendieron por el fracaso o se beneficiaron del éxito de dicho personaje. En vista de que el alma al principio recuerda únicamente los más importantes eventos, personajes y lecciones impresas sobre su conciencia, cuando esa memoria comienza a ser despertada, es natural que piense que ella era el personaje principal.

CIENTOS POR UNO

Hay cientos de personas que están segurísimas de haber sido María Estuardo; cientos que fueron Martín Lutero, Julio César, Cleopatra, Elena de Troya, etc. Sin embargo, si ellos tan sólo comprendieran la Ley, les resultaría muy fácil determinar si fueron o no los grandes personajes cuyos nombres aparecen aquí. Un estudio meticuloso del personaje (físico, mental, emocional y espiritual) determinará esto rápidamente. Estudien sus errores y éxitos, y traten de calcular lo que sería necesario -de acuerdo con la Ley de Compensación (v.g. karma)- para superar los errores y cosechar las recompensas. Estudien la mentalidad del personaje y compárenla con la suya, y sepan sin lugar a dudas que no hay retrogresión.

RETROGRESIÓN APARENTE

Hay subidas y bajadas que podrán parecer ser retrogresiones, pero son como las subidas y bajadas de un tren de gravedad, las bajadas siempre están encima del nivel del punto de partida. Un personaje de prominencia histórica podrá actualmente estar encarnado en una estación muy baja, si bien todavía tendrá las mismas características que lo hicieron grande, y la lección importante aprendida en la vida prominente estará indeleblemente impresa sobre su personalidad actual. Si fuera la figura central del grupo ­ya sea para bien o para mal­ siempre será una figura central, sin importar en qué ocupación encarne. Un Abraham Lincoln podrá encarnar como un campesino donde las condiciones hicieron casi imposible la educación y la cultura, pero siempre tendría la habilidad de un Lincoln para imponerse sobre las condiciones.

.La regla general es que después de que el individuo ha cultivado sus facultades mentales y desarrollado su cerebro a un grado superior, pasará por una encarnación desprovista de toda oportunidad de educación. Esto es, primero, para darle una oportunidad de desarrollar sus cualidades del corazón y, segundo, para probar cuánto de la cultura anterior él ha asimilado verdaderamente. Nadie puede probar su carácter a menos que se vea forzado a depender de sus verdaderos poderes internos. De allí que no importa qué pueda haberse ganado en el pasado ­en términos de perfección física, intelectual o espiritual­ el individuo tendrá necesariamente que pasar por una encarnación en que todo lo externo contribuye a que falten las cosas alcanzadas, de manera que el individuo pueda probarse a sí mismo.

ESTUDIO HISTÓRICO

Cuando se te dice que en el pasado fuiste algún gran personaje, es sensato escudriñar la historia y las costumbres de la época indicada, y buscar por alguna discrepancia obvia entre tu propia personalidad y la del personaje bajo consideración. Si se encuentran discrepancias, éstas indican que hay error en alguna parte. Por ejemplo, si a una mujer se le dice que fue una sacerdotisa egipcia, una mirada a la historia mostrará que los egipcios admitían únicamente mujeres de alto rango como sacerdotisas, mientras que había muchas mujeres que servían como asistentes, monjas, etc. Las sacerdotisas eran especialmente entrenadas para transmitir los más profundos misterios, de allí que a menos que la persona que aduce serlo pueda probar que posee tales poderes hoy, probablemente fue meramente una asistente o quizás una monja cuyo gran ideal era el de convertirse en una sacerdotisa. Una mujer que hoy en día no tiene ningún poder síquico independiente podría escasamente haber sido una sacerdotisa egipcia, ya que tales dones, una vez obtenidos, nunca se pierden.

Así, una mujer excepcional pude haber sido una sacerdotisa egipcia pero, si así fue, ella mostraría hoy las características que le permitieron sostener tan alto cargo. Esto mostrará cuán fácilmente pueden confundirse los mensajes síquicos y cuán absurdo resulta que uno los repita sin verificarlos. Si bien tales discrepancias no siempre significan que quien da la información te ha llevado al desvío, empero bajo tales circunstancias, es altamente recomendable una investigación meticulosa del mensaje y una consideración de su fuente.

Absoluta obediencia a la guía superior es requerida de todos aquéllos que habrían de hacer el trabajo del Maestro, pero dicha guía NUNCA viola el sentido común, y ni aún el voto de obediencia es requerido jamás hasta que el alumno, mediante repetidas experiencias, haya aprendido a tener una fe implícita en su guía.

Tomado de La Voz de Isis, por Curtis, publicado en 1914

(Diario de "El Puente a la Libertad", Mayo de 1956)

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