martes, 2 de noviembre de 2010

EL MILAGRO DE LA PRIMAVERA

Cada primavera recibimos la presión de la belleza y la esperanza de la resurrección, al tiempo que la vida, el color y la fragancia de las primeras flores y capullos, transforman la monótona e intransigente cualidad sombría del paisaje invernal. Y así, también tendrá lugar nuestra resurrección individual de la existencia aburrida y descolorida del ser humano limitado, a la vida más plena de la que Jesús habló cuando dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan EN ABUNDANCIA”. ¿Qué regalo es éste que nos trae una vida más abundante, más rica y más plena?

Todos hemos examinado una pequeña semilla marrón, bulbo o bellota, y nos hemos maravillado ante el patrón invisible y fuerza que podría manifestar como la gloria de la flor, del arbusto, del árbol. Aceptamos este “milagro” recurrente porque ya hemos visto como trabaja, su manifestación, en primaveras anteriores: y si bien no podemos responder “cómo” ni “porqué”, sabemos que puede hacerse. Aceptamos este milagro. Todo a nuestro alrededor, están los débiles retoños vitales de hombres y mujeres infelices y atolondrados, asediados por la preocupación, mala salud, confusión y descomposición, no muy diferentes a la mustia semilla aparentemente sin vida, que tenemos en la palma de la mano. ¿Acaso no podemos esperar y anticipar un “milagro” de resurrección para las almas de los hombres, a la plena floración de una vida más abundante?

Jesús experimentó la resurrección, Él dijo que nosotros habíamos de compartir Su gloria “El que cree en mi, las obras que yo hago, él las hará” representa una promesa la raza. Estoy seguro de que no le corresponde a una flor retoñar íngrima en el jardín de la vida de Dios, cuando la lección de la naturaleza muestra la resurrección y la vida jubilosa de las múltiples expresiones de su reino.
Me regocijo en la resurrección del mundo de la naturaleza, en los pajaritos y en todas las pequeñas cosas indefensas que no tienen palabras, ya que en ellas está mi esperanza. Invito a la Llama de la Resurrección, la cual pulsa a través de la naturaleza de un ritmo ordenado, y la siento pulsando a través de las almas de los hombres. La siento viva dentro de mi, estallando a través de todos los poros, aflojando la “cera” de la tumba del maestro, hasta que yo soy radiante, luminoso, vibrante, transfigurado. Los nuevos retoños de las virtudes Crísticas están alimentadas y presionan a través del “suelo” de mis propias impurezas, las cuales se desprenden de mí así como la tierra partida se desprende del vibrante color de la flor. Estas cualidades Crísticas ganan fortaleza, vigor y permanencia bajo el Sol del uso correcto. Ya son visibles y están emanando la fragancia, belleza y esperanza de su ser al mundo a mi alrededor, y me levanto revelado como un hombre-Cristo, al igual que el Maestro que holló el sendero antes que yo, y quién figura entre los primeros frutos en el jardín de quienes aún siguen durmiendo.

Maestro Ascendido Jesús

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