En todos los pueblos de la Antigüedad encontramos referencias a deidades específicamente dedicadas a la Medicina, a la salud y la enfermedad, y el restablecimiento del equilibrio físico, psicológico y mental de los hombres. Según las civilizaciones, estos Dioses fueron más o menos conocidos, llegando desde una fama que les permitía trascender más allá de sus propias fronteras, hasta el hoy oscuro anonimato propio de nuestro olvido y nuestra falta de documentación, más que de la - inexistencia de dichos Dioses.
La salud era el bien más preciado en la sociedad griega, ya que sin salud no podía haber belleza. Existían varias divinidades sanadoras. La principal de ellas es Apolo, considerado el dios de las plagas y de la enfermedad, el que aparta y desvía el mal y que domina también la profecía y el oráculo; su hermana Artemisa era tenida como protectora de los partos y del crecimiento de los niños. Pallas Atenea, patrona de las artes y de Atenas, fue considerada también como sanadora.
Pero el principal dios curador fue Asclepios o Esculapio para los romanos, hijo de Apolo y padre de las diosas Panacea e Higea, personificadoras de la salud.
La mitología nos señala que Apolo le transmitió toda su ciencia médica, que es de tipo divina, la medicina del alma. Le encomendó
la educación de Asclepios al centauro Quirón, sabio y de carácter dulce, conocedor de las virtudes medicinales de las plantas y de quien aprendió a ejercer la medicina del cuerpo, que es de tipo humana; tanto fue su enseñanza y tan hábil resultó ser en el arte de curar, que llegó a resucitar a los muertos. Podía hacerlo porque recibió de Pallas Atenea la cabeza de la Gorgona (que aquí representa el intelecto), cuya sangre del lado derecho tenía la facultad de resucitar a los muertos.
En los templos dedicados a Asclepios o Esculapio se practicó principalmente un tipo de curación por intermedio de consejos proveniente de los sueños. El método curativo variaba en cada uno de los santuarios, según se aplicara el teúrgico, el divino, el místico o el humano o racional. Estos métodos dependían del grado que habían logrado alcanzar en cada comunidad los Asclepíades o sacerdotes médicos. El método teúrgico se fundamentaba en la Magia práctica en el más alto nivel, y estaba a cargo de los sacerdotes Iniciados; el método divino, sin dejar de lado al sacerdocio, se fundamentaba en la presencia directa del Dios; el método místico se basaba en la sugestión y en la hipnosis; y el método humano o racional fue la aplicación científica y compilada de los anteriores conocimientos que caracterizó especialmente a la Escuela de Cos. Durante mucho tiempo perduró la tradición de Epidauro y la serpiente sobre los otros santuarios.
Dios, serpiente o sacerdote, lo que estaba siempre presente era la Magia, aun en la Escuela de Cos en que la Magia fue la Magna Ciencia, resto de la que hoy nos enorgullecemos como si fuera el compendio de toda sapiencia.
Simultáneamente con la práctica de la medicina teúrgica o espiritual, e inclusive con la medicina técnica del período hipocrático, existió en Grecia una medicina astral, nutrida en una larga tradición persa y egipcia de observaciones astronómicas a las que dieron forma algunos médicos griegos antes del siglo IV a. C. La medicina astral griega estuvo basada en el concepto de la simpatía universal y la correlación del macrocosmos del universo con el microcosmos del hombre.
Posteriormente, Pitágoras de Samos, (anterior encarnación del Amado Maestro Kuthumi) estableció la idea de la armonía del cuerpo humano, de los humores y la conservación de la salud.
Fue Pitagórica la idea griega del justo medio, de la medida equilibrada de las cosas, (metron), la perfecta relación del ejercicio y del reposo, el sueño y la vigilia, alimento y abstinencia, cólera y burla y así en las demás cosas de la vida.
Aparece bien claro su influjo en el juramento hipocrático (hay quien llega a decir que es de origen pitagórico), y en especial en las doctrinas hipocráticas y galénicas.
La terapia pitagórica estaba basada en la higiene, en relación a ejercicios corporales y el empleo de la música como cura, la dieta que tiene como objeto mantener la armonía de cuerpo y alma. Pitágoras pone el acento, ya entonces, sobre la decisiva importancia de la alimentación y la digestión, y sobre el hecho de que las fermentaciones intestinales son la causa de la mayoría de las enfermedades.
Afirmaba que una alimentación vegetariana “fortalece el cuerpo”,“despeja la mente”, y “protege contra enfermedades”. Hace hincapié en el aspecto ético-filosófico que comporta una alimentación vegetariana y crudívora. Recomendaba no sólo un vegetarianismo sino un crudivorismo como base principal de la alimentación. La frase “dieta sin fuego” procede de él y se centra en el aspecto ético-filosófico que comporta una alimentación vegetariana y crudívora.
La música, la danza y el sonido dedicados a expulsar los agentes causales de una enfermedad, se emplearon también como prácticas terapéuticas en la Grecia antigua, y Pitágoras recomendó la terapia por la música para tratar de restablecer a armonía natural o simpatía entre el cuerpo y el alma. Entre los instrumentos musicales consideraba el más útil la lira para ciertas enfermedades internas y para reencontrar el equilibrio.
Prefería el cántico, acompañado de este instrumento frente la melancolía o la cólera.
Cristina Arriaga
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